Mis días son trepidantes y llenos de aventuras extremas. Y cuando me toca redactar una oferta de manicura todo cobra un sentido fantástico.
Pero de pronto, una clienta te envía una foto que quiere incluir:

¿Qué mejor que unas manos de monja nórdica?
Entonces se ponen en marcha todos los mecanismos de la creación: el photoshop.
¿Cogemos una foto de unas manos de una tía que seguro que está como para comer helado en su sonrisa vertical?
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